Monday, December 16, 2013

PASTILLITA PARA EL ALMA


AUXILIOS MÚTUOS VIRGEN DE ASUNTA Y SU NAVIDAD
Pastillita para el Alma 15 – 12 – 13
Una organización de gente de buena voluntad, muchos de ellos, amazonenses que viven en Lima y que aunque, pocas veces dicen, siempre añoran nuestro terruño y que con denodados esfuerzos, ante la indiferencia de la mayoría y cobrando simbólicamente S/15.00 realizan sus tertulias todos los meses, acompañadas de una tacita de café y buscando obtener fondos para ayudar al Asilo de Ancianos y al Comedor Parroquial de Chachapoyas. Ahora como todos los años, en el mes de diciembre, celebran la Navidad, con villancicos y pastoritas y la colaboración, no siempre desinteresada, de algunas personas.
Deseo contarles una historia de un viejito de nuestra tierra, para darles a conocer como siente y cómo ve la Navidad, lejos de sus querencias. El está por encima de los 65 años, y pienso que no es mucha edad, para la apariencia que muestra, pero vaya uno a saber qué y cómo lo ha tratado la vida. En sus ojos se muestra el halo senil que marca a los viejos y entre sollozos y lágrimas que caen por su ajado rostro, cubierto de arrugas se vislumbra al hombre corajudo, mal trecho, pero no rendido, que es una muestra de dolor, y es la imagen no claudicante de la gente que viene de allá de las riveras del Marañón, que sabe de hambre de pan y de justicia, de ofensas y malos tratos, pero nunca, de humillaciones o sumisiones. Arriba en la cumbre del cerro, no entiendo el tono de su voz, si es lastimero o de protesta, que se pierde entre el ruido del viento que sopla despiadado, cuando atraviesa sin misericordia los cartones y los plásticos que señalan un espacio, que lo llama mi casa. Quisiera saber, qué piensa este hombre viejo, con su mirada perdida que esboza una sonrisa, porque en la nebulosa de sus recuerdos pasan como en una pantalla invisible, las imágenes de los pastorcitos levantando polvo de las callecitas empedradas, mitad tierra, mitad arcilla, entonando villancicos que hablan de amor y de felicidad haciendo eco en las paredes blancas de las casitas de su pueblo. Inconscientemente eleva sus ojos al cielo, tal vez en oración o queriendo ver el firmamento azul añil de nuestra tierra, cuando la luna se muestra encantadora y las estrellitas tintineantes brillan como diamantes y parecen que danzan al sonido de los tambores, las sonajas y las quenas de los niños ingresando a las casas esplendorosas de los ricos, con sus azahares de jazmines y wikundos, madreselvas y selvaje, para visitar y bailar frente a los nacimientos con figuritas de yeso, de loza y de marfil, que adornan el pesebre, donde está el Niño Manuelito, envuelto en el aroma de las azucenas, los guarangos, el humo de los candiles y las velas de Castilla, que disimulan el olor del chocolate, batido con molinillo, que será servido en finas tacitas de loza china o inglesa, mientras los señorones y las matronas se deleitan con el sonido del piano, las guitarras, las mandolinas, y los violines, sentados en cómodas sillas de Viena, atendidos con turcas, bocadillos, cemitas o pan de yema y lujosas servilletas bordadas o tejidas a crochet por manos de niñas candorosas con bucles y cerquillos, adornadas con peinetas.
En nosotros los viejos, las ideas se adormecen y brotan como chispazos de alegría o pena. Alegría por las cosas vividas y pena, porque nos vamos quedando solos en nuestro camino. Nuestros amigos, muchos de ellos, se fueron y nuestros parientes, algunas veces, nos miran como bultos pesados, lleno de achaques y de males, por eso, debemos vivir, como el viejito de mi cuento, que no se queja porque es fuerte y duro como el ishpingo, noble como el nogal y dice, que mientras su corazón lata, su cerebro tenga la virtud de recordar y las bisagras de sus coyunturas le permitan apoyarse con el bastón de sus recuerdos, seguirá venciendo al tiempo y alimentándose con el oxígeno del ayer, que no cuesta nada.
Por eso, hoy como ayer, rememorando el tiempo, les pido a todos ustedes, mi gran familia amazonense, que nos sentemos en el diván de nuestras añoranzas a tomar nuestro chocolate, no con panetón D’Onofrio o Motta o Todino, sino con biscochos de doña Petita Castro, doña Melchora Angulo o de la Mechita Chuquimbalqui o con sartitas de tamalitos de doña Carmen Castillo, con su lapa de purtomote y su ajisito con shilshil en hoja de sauco, los chicharrones de la Piguincha o los sabrosos juanes y tucsiches de doña Mechita Mas. Seguro que ya no habrá champán de don Celsito Eguren o de don Cristian Mori, pero si un morachao o un RC de la Shofy o una chicha de pata de la Pared Caída o de la mama Preshe, o los cantaritos con chicha de arroz de doña Rita Mori, doña Brígida o de doña Ritita Castro detrás del mercado, o quizás un licorcito de leche de doña Sarita Angulo o unas copitas de Oporto o Cinzano de doña Marcia Vásquez o quizás un pate de guarapo de San José de Penkapampa. Seguro estoy, que ya no tendremos regalos de llines, polos y camisas elgantes, porque las que tenemos de tocuyo o tela playa, los pantalones de dril diablo fuerte y los llanques de caucho, con un sombrerito de paja tipo pradillo, que guardamos todavía en petacas bajo la cama, quizás servirán para nuestra mortaja, cuando la Parca nos lleve, para no volver. Mientras tanto, volemos, en alas de nuestros recuerdos a escuchar la misa de gallo, en nuestra vieja catedral, después que don Pancho rocoto, toque la segunda llamada de la campana y el taita obispo Octavio Ortiz Arrieta, llegue presuroso, con su sotana raída, su sonrisa angelical, seguido del curita Reategui, el padre Sinjuriano, el padre Hurtado, el padre Marín, el padre Alvarado, el curita Isidro, que nos enseñaron, que debemos pedir el pan nuestro, para cada día que sacie nuestro hambre y no el pan rancio, frío y duro de ayer que nos daña, ni el pan calientito de mañana, que nos angustia, y de repente se quema en la puerta del horno y nunca llega. Linda enseñanza de saber el valor del presente que sirve, recordar que el pasado, se fue y ya no vale y que el mañana siempre será incierto. Aprendamos a cambiar nosotros y no tratemos de querer cambiar el mundo. Volvamos a nuestra linda Chachapoyas, de la mitad del siglo pasado, donde un apretón de manos, una caricia en la cara o una palmada en la espalda, encierran sentimientos que los labios no pueden expresar y sigamos pidiendo a nuestros amigos de ayer y de siempre, que nos regalen la alegría de su amistad, que nos concedan un lugarcito en su memoria, porque es cierto que la ingratitud te mata, no con la certeza de una bala ni con la punta de una lanza, sino lentamente, con el dolor de saber que te olvidan.
Que siempre esta Fiesta de Navidad, que es la llegada de D+os hecho hombre a la tierra, sea un motivo de reflexión y esperanza, que haya una gran alegría inconmensurable en nuestros almas y que el recuerdo de nuestros seres queridos que están enterrados en el fondo de la tierra, reposen espiritualmente en nuestros corazones, para que nos acompañen siempre y sigamos sus enseñanzas que nos dieron en su partida, diciendo:
Que cuando regalas un poquito de amor, si siempre perdonas y no ofendes, si extiendes tu mano para dar y no solo para recibir, si ayudas y das consuelo a los pobres y a los enfermos, si siempre hay una sonrisa y palabras dulces en tus labios, si entiendes que el amor que quiso darte, no pudo ser y no debes reprocharle, si sabes sufrir sin regañes, si pones tu hombro para que apoye su cabeza aquel que sufre, si tus lágrimas no son solo de pena ni de dolor, sino también de alegría por llamarte hijo de D+os, entonces, eso es Navidad. Navidad de todos los días, Navidad sin egoísmos ni soberbias. Navidad de la familia, de los hermanos, de los amigos, de los paisanos. Navidad del mundo entero. Navidad de D+os con amor y sana protección. Navidad de oración, sin ninguna condición.
"FELICES PASCUAS Y VENTUROSO AÑO NUEVO 2014"
Jorge REINA Noriega*
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